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LA CIUDAD INVISIBLE ~ La más habitable de todas las ciudades

Empatía

Empatía

Casi ha terminado el día. Y es en este momento, tras completar el frenético plan de actividades que me había autoimpuesto para hoy, cuando me pregunto si en las últimas veinticuatro horas he hecho en realidad algo para ser más feliz; y, lo que es igual de importante, para hacer felices a los que me rodean. Espero que sí; deseo sinceramente que algo de lo que he dicho o hecho en esta jornada haya alegrado, al menos por un instante, la vida de otra persona y de paso la mía propia. No sé... estoy tan cansado... me cuesta recordar si hoy ha ocurrido algo así.

Quizá mañana. Espero que sí. Espero que mañana.

Doce meses

Doce meses

Un año ya. Un año sin el poeta que aseguraba haber defraudado por igual a sus críticos y a sus familiares, a los primeros por ser un poeta demasiado realista y a los segundos por no tener ningún sentido de la realidad.

Qué largo y qué corto a la vez me han parecido estos doce meses, don Ángel, maestro.

Equilibrio

Equilibrio

Redacto este texto en un ordenador de los que ahora se llaman netbooks o ─usando un término en español─ ultraportátiles: diez pulgadas de pantalla, un quilo de peso, veintipocos centímetros de longitud… No pretendo caer en el tópico zarzuelero de que las ciencias adelantan que es una barbaridad, pero lo cierto es que yo, que comencé mi vida profesional hace veinticuatro años delante de un ordenador IBM PC con pantalla de fósforo verde y disquetes flexibles de cinco pulgadas y media, no puedo dejar de maravillarme por la evolución de la informática en este tiempo.

La única duda que tengo al respecto es si adelantos tecnológicos tan vertiginosos ─teléfonos móviles, ordenadores portátiles, agendas electrónicas, reproductores musicales, navegadores por GPS, etc.─ colaboran a hacernos la vida más agradable o, por el contrario, no son más que meros juguetes con los que distraernos de nuestra dura realidad.

Yo, tecnoadicto confeso, creo que la tecnología no va a resolver los grandes problemas del ser humano, y más concretamente del ciudadano occidental y supuestamente civilizado: la ansiedad, el estrés crónico, la angustia ante la muerte ─tema tabú en nuestra sociedad para el que cada día estamos menos preparados─, el miedo al futuro, la eterna insatisfacción… Pero, al menos, gracias a la técnica disponemos de un medio como Internet para contarnos nuestras cuitas unos a otros, incluso sin necesidad de conocernos, convirtiéndonos en una comunidad de seres algo menos extraviados que antes.

Pero eso sí, permitidme para terminar un consejo: no dejéis que ningún aparato o red virtual sustituya en vuestras vidas el contacto real con las personas, ni el placer de sujetar un libro abierto entre las manos, ni la experiencia de viajar a un lugar y explorarlo con vuestros propios ojos y no solo con un ratón en la mano. Recordad: en el equilibrio reside el secreto de la felicidad.

«Cuento (tardío) de Navidad»

«Cuento (tardío) de Navidad»

Me ha parecido oír un estornudo al otro lado de la ventana, pero eso resulta muy extraño: vivo en un sexto piso sin terraza. Me asomo y no veo a nadie que haga lo propio en ninguna otra casa. La única figura más o menos humana es la del muñeco de Papá Noel que los vecinos han vuelto a colgar otro año más en la fachada, aunque esta Navidad se han superado: el monigote es de tamaño natural, con su enorme barrigón y todo.

Al ir a cerrar la hoja de cristal, escucho otro estornudo cercano. Vuelvo a asomarme y sorprendo al Papá Noel sonándose los mocos, la barba descolocada por la operación.

—Pero, hombre, ¿qué haces ahí colgado? —le pregunto a mi vecino de al lado.

—Pues ya ves, cosas de mi mujer. Le dije hace unos días que teníamos que poner el Santa Claus de la ventana como todos los años, y me respondió que ya que yo tenía unos días de vacaciones y que iba a estar todo el rato en casa dándole el rollo, que por qué no me disfrazaba y me colgaba yo mismo. Y aquí estoy.

—Ya veo, ya. Pues hace una rasca que se las pela. Supongo que, al menos, por la noche dejarás el puesto.

—Sí, claro. Bueno, espero que hoy me recoja mi mujer, porque anoche se olvidó de mí y aquí me he quedado todo el tiempo.

—¿Y por qué no le diste una voz para que te rescatara?

—Si lo hice, pero resulta que ella había puesto música y se oían risas y ruido como de gente que bailaba, y no se dio cuenta de que la llamaba.

Estoy a punto de comentar que yo también escuché, después de la fiesta, gemidos y jadeos hasta bien entrada la madrugada, pero me muerdo la lengua a tiempo.

Justo en ese momento comienza a nevar. Al principio son cuatro copos dispersos, pero enseguida se convierten en una nevada reglamentaria.

—Pues sí que estamos buenos, lo que me faltaba. Oye, ya que estás asomado, ¿me podrías ayudar a encender un cigarrito?, a ver si así me caliento un poco. Tengo la cajetilla y el mechero en un bolsillo del disfraz.

Siguiendo sus instrucciones, localizo ambos objetos y le pongo un pitillo en los labios. El problema llega cuando intento encendérselo: yo no fumo y no me apaño con el mechero.

—Trae, déjame, que ya lo hago yo.

No sé si ocurre por quitar una mano de la cuerda o por el nuevo estornudo que le pilla de sorpresa, el caso es que mi vecino se suelta de la cuerda y se precipita al vacío: veintitantos metros de caída libre. Un niño que pasa por la calle cogido de la mano de su madre señala al Santa despanzurrado y empieza a llorar.

—¡Mamá!, ¡mamá!, ¿quién me va a traer la bicicleta ahora…?

—No te preocupes, cielo. Pídesela a los Reyes Magos y ya está.

La alternativa convence a medias al infante, que sigue su camino algo más consolado.

Hace mucho frío. Cada vez nieva con más fuerza y ya empieza a cuajar la capa blanca encima de mi vecino. Si sigue un rato más así, acabará cubriéndolo del todo y nadie se dará cuenta de su presencia, tirado ahí en la acera. Dudo sobre lo que debo hacer: ¿avisar a su mujer?, ¿bajar yo mismo a auxiliarlo?, ¿llamar a emergencias? No sé, ya me decidiré luego, me digo mientras cierro la ventana.

Crisis V: Intercambio semántico

Crisis V: Intercambio semántico

A lo largo de este año 2008 que ya termina, los economistas nos han enseñado a los ciudadanos de a pie multitud de términos de su jerga: deflación, holding, deslocalización, dumping, mercado interbancario, estafa piramidal, renta fija, joint venture, mercado primario, fondos de garantía de depósitos...

Justo es que, en lógica correspondencia, los don nadies como yo instruyamos a los economistas en el significado de unos cuantos términos del castellano usual que ellos desconocen: honradez, justicia, legalidad, decencia...

Propongo celebrar, a la mayor brevedad posible, un Congreso Nacional de Economistas y Legos en la Materia para el Intercambio Semántico. Estoy seguro de que sería de gran provecho.

En un rinconcito

En un rinconcito

Al final de una de las novelas más divertidas de Enrique Jardiel Poncela, La tourné de Dios, aparece reproducida la primera página de un periódico. En una esquina de la misma, junto a un anuncio publicitario, con una tipografía muy pequeñita, se puede leer: «Dios se va», anunciando el final del recorrido del todopoderoso por la tierra.

Algo así ha ocurrido con el fallecimiento de Harold Pinter: las ediciones digitales de hoy de los dos periódicos de mayor tirada de España han anunciado (por decir algo) a sus lectores la marcha del dramaturgo para siempre con minúsculas líneas en la sección de obituarios o pequeños titulares en la sección de cultura, nada comparable con la atención que han prestado a lanzamientos rimbombantes de películas de consumo o a las dudas existenciales de cierto equipo de fútbol sobre si fichar a Zutanito o a Menganito.

Quizá algún día le llegue su San Martín a los apóstoles de la cultura de marca. Mientras tanto, solo nos queda lamentar la pérdida tan grande que hemos sufrido con la desaparición de Pinter, uno de los autores más originales y comprometidos con su tiempo del siglo XX.

Descanse en paz, maestro.

Crisis IV

Impagable —ni pidiendo un préstamo a cincuenta años siquiera— la viñeta de El Roto publicada en el diario El País del pasado domingo.

Sin más palabras, podéis verla pinchando aquí.

Buen viaje

Buen viaje

En estos días, mi amiga Twiggy Hirota va a viajar a Japón.

Para cualquiera de nosotros, un viaje así sería sinónimo de alejamiento; para ella es, en realidad, un retorno a la mitad de sus orígenes. Me consta que Twiggy siente un gran apego por esa tierra, a la que pertenece su familia materna.

Pero mientras permanezca allí, identificándose con su mitad japonesa, no podrá evitar sentir nostalgia de España, donde radica el otro cincuenta por ciento de su personalidad y de su pasado. Así que, cuando llegue el momento de volver, también ese será un viaje de retorno.

Realidad dichosa la suya: realizar dos trayectos de más de doce mil kilómetros cada uno y, sin embargo, estar siempre regresando.

Buen viaje.

Crisis III: «Acta de la cumbre»

Crisis III: «Acta de la cumbre»

Reunidos los presidentes de los gobiernos, ministros de finanzas y presidentes de los bancos centrales nacionales del G20, el G8, los países emergentes y los insistentes, hemos llegado a las siguientes

 C O N C L U S I O N E S:

 Que desde que el mundo es mundo, siempre han existido ricos y pobres.

  Que a partir de este día, nos comprometemos a trabajar intensamente en políticas supranacionales coordinadas para garantizar que los ricos sigan siéndolo.

Anexo al acta: acerca de los pobres no hemos decidido nada.

Washington, 15 de noviembre de 2008

Obsesión

Obsesión

Hace unos días instalé un contador de visitas en esta página. ¿Qué por qué lo he hecho? En teoría, para estimar el seguimiento de este blog (si no lo leyera nadie, ¿merecería la pena mantenerlo?: confieso que no sabría responder a esta pregunta; seguramente seguiría escribiendo en él aunque no recibiera ninguna visita).

Pero al ver esos dígitos puestos a cero, esperando alcanzar la cifra de 999.999, he reflexionado un momento sobre nuestra manía (seguramente muy occidental) de contarlo todo desde que somos unos niños: los cromos de la colección conseguidos, los que nos faltan, los repes, los goles que hemos marcado en los partidos del recreo, las pantallas superadas en los videojuegos… hasta que crecemos: los kilómetros de nuestro coche, los días que hemos trabajado, los que nos faltan por trabajar hasta el fin de semana o hasta la jubilación, el dinero que tenemos, el que debemos, los amigos buenos (esa cuenta suele ser muy rápida), los enemigos (esta tampoco me lleva mucho tiempo, por fortuna), los cónyuges, los amantes (conozco quien contabiliza las mujeres con las que se acuesta, como el Pedro de Valdivia de ¿Pero hubo alguna vez 11.000 vírgenes?, de Jardiel Poncela)…

Sin embargo, hay una cosa cuya cantidad no nos exige contador alguno: la vida. La cuenta resulta bien sencilla: solo tenemos una.

Pilar Zapata Bosch, ganadora del XXIV Premio de Teatro Antonio Buero Vallejo

Pilar Zapata Bosch, ganadora del XXIV Premio de Teatro Antonio Buero Vallejo

Se está convirtiendo en una deliciosa costumbre para mí felicitar desde este blog a amigos que logran premios. Hoy le toca el turno a Pilar Zapata Bosch, que ha obtenido recientemente el Bueno Vallejo de teatro, convocado por el Ayuntamiento de Guadalajara.

No es la primera vez que escribo sobre Zapata Bosch (para más datos, pinchar aquí), pero hoy me apetece añadir que es una auténtica escritora de raza y que me satisface enormemente ver cómo empieza a reconocerse su obra.

Para más información:

http://www.dclm.es/news/132/ARTICLE/15228/2008-11-21.html

Y también podéis visitar la web de la autora La caja de lápices (ver enlace permanente en esta página: ENLACES - LITERATURA)

Jon Bilbao, Premio Ojo Crítico de Narrativa

Jon Bilbao, Premio Ojo Crítico de Narrativa

El escritor Asturiano Jon Bilbao (a cuyo blog mantengo un enlace permanente desde esta página, ver en OTRO BLOGS: Las victorias parciales) ha sido galardonado hace unos días con el Premio Ojo Crítico de Narrativa por su libro de cuentos Como una historia de terror.

Conocí a Jon Bilbao al coincidir como participantes en el Taller de Literatura de la Asociación Colegial de Escritores. Y si algo tuve claro casi desde el principio es que si alguno de los que acudíamos a aquellas sesiones tenía posibilidades de llegar lejos en el mundo literario, ese era él. Me alegro de no haberme equivocado.

Enhorabuena a Jon por el premio y enhorabuena al programa de RNE por su más que estupendo ojo al concederlo.

Para más información:

http://blogs.rtve.es/elojo/2008/11/13/jon-bilbao-premio-ojo-critico-narrativa#c53221

http://www.elcomerciodigital.com/gijon/20081114/cultura/escritor-asturiano-bilbao-gana-20081114.html

http://www.saltodepagina.com/bio_autor.php?id=7

Crisis II: «Especies»

Crisis II: «Especies»

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. El hombre, o puede que la mujer —no importa en realidad— se acercó al animal y le preguntó:

—¿Por qué sigues aquí?

—Los iguales tienden a juntarse en manadas.

—¿Iguales? Qué tontería dices. ¿Acaso tú y yo tenemos algo en común?

El reptil miró al humano durante unos segundos antes de responder.

—Por supuesto que sí: la extinción.

Crisis I: «Hagan juego»

Crisis I: «Hagan juego»

Como cada mañana, Mariano friega el portal adelantándose en casi una hora a la salida de los vecinos camino de su despacho en la Castellana, o de su cita diaria en el gimnasio de moda, o de la parada del autobús escolar de mano de la doméstica sudamericana. Vive gente de posibles en esa finca, usuarios cotidianos de corbata, o de traje sastre, o de impecable uniforme de colegio privado, personas ante las que Mariano debe mostrarse respetuoso y servicial como corresponde a su cargo. Sí, doña Tal, lo que usted diga; descuide, don Cual, que yo me ocupo; no volverá a pasar, señora de Esteodelotro... A costa de flexionar la espalda en un gesto instintivo, tendente a mantener siempre su mirada más baja que la del vecino de turno, el portero ha logrado conservar su empleo durante veinte años, desde que entrara para hacer una suplencia del titular del puesto y acabara quedándose fijo en él. Veinte años fregando la escalera, veinte años quitándole el polvo al desmesurado espejo de la entrada, veinte años sacando la basura, veinte años repartiendo el correo, veinte años paseando perritos ajenos, veinte años poniendo buena cara y andándose al quite para cazar cualquier propina posible, un poco del polvo de oro que aquellas gentes dejan caer a su paso, que la vida está muy achuchada y en la portería son cuatro a desayunar, comer y cenar todos los días.
 
Cuando Mariano frota con el mocho la última baldosa, aparece por el ascensor don Germán Ortiz, el más madrugador de los vecinos y al que el portero mira con mayor respeto, o con respeto sincero al menos, que a todos los propietarios ha de tratar con mucho tiento, desde luego, pero una cosa es el trato y otra muy distinta la opinión. Buenos días, señor Ortiz, tenga cuidado no vaya a resbalar, ¿otra mañana más a pegarse con el sube y baja de los números?, y bien tempranito, como siempre. Ya ves, Mariano, cosas de la diferencia horaria, que ha cerrado Tokio hace poco y es vital recoger las noticias frescas antes de que abra Nueva York. Diga usted que sí, a quien madruga Dios le ayuda, que se le dé bien, señor Ortiz. Apoyado en el palo de la fregona, el portero ve a don Germán cruzar la enorme cristalera de la salida y desaparecer engullido por una puerta trasera de su Mercedes nuevecito, que no se ve ninguno ni parecido en toda la calle, y menos aún con el lujo añadido de un chófer que le lleva y le trae mientras él se empapa de esos periódicos de color salmón que leen los que de verdad manejan el dinero, los que compran el mundo en un minuto y lo venden al siguiente con un doscientos por cien de beneficio. Cuando arranca el cochazo, Mariano permanece aún unos segundos inmóvil, lamentando no haberse atrevido a decirle a ese vecino lo que le ronda por la cabeza, una idea que le bulle dentro desde hace días y que, por no haberla desalojado de la garganta, seguirá inquietándole otra jornada más.

Esa noche, mientras Charo les sirve la cena a él y a los mellizos delante del televisor, la idea emboscada acaba irrumpiendo en la conversación como un invitado molesto.

¿Te has vuelto loco o qué?
¿Por qué me dices eso? Y delante de los chicos...
Perdona, Mariano, pero es que me ha salido del alma.
A mí no me parece un mal plan.
¿Pero tú qué entiendes de esas cosas, eh? Nosotros somos como nuestros padres, solo servimos para sumar a poquitos y guardarlo bien seguro. Nunca hemos sido gente de aventuras, ya lo sabes.
Unos desgraciados es lo que somos.
Ahora eres tú el que se está pasando. En esta casa vive una familia honrada, y lo poco que tenemos nos lo hemos ganado a pulso.
Pues yo estoy hasta las narices de tener poco!, y me muero de ganas de llevarme algo fácil en esta puñetera vida.
Eso no pasa nunca.
Al señor Ortiz sí que le pasa.
Porque él es rico.
Dime algo que no sepa, pero no lo fue siempre, nació en una familia humilde como la tuya y la mía, que le conozco de mi barrio desde que éramos niños. La diferencia es que él estudió, se la jugó con sus negocios y mírale, tiene más pasta que pesa. Solo el coche que lleva cuesta lo que tú ni te imaginas.
Pues me alegro mucho por él. A mí me basta y me sobra con que no nos falte de nada y con seguir todos sanos.
La vida del cerdo: comer, dormir, trabajar y vuelta a empezar.
Esta noche estás imposible. No se puede hablar contigo.

Y no hablan más, rumiando cada uno en silencio su reciente rencor hacia el otro, o hacia sus existencias, o hacia quién sabe qué. Y la idea, la más que polémica idea, engordando como un quiste, tanto que a Mariano le impide dormir profundamente, le desvela a cada poco, le somete a un febril proceso onírico de sumas y porcentajes, de compras y ventas, de subidas e ingresos sin límite.

A la mañana siguiente, el portal está fregado antes de lo habitual y el portero se ha cambiado ya el mono azul por el traje y la corbata igualmente azules, aguardando la salida de don Germán en una postura muy digna, con actitud de negociante. Buenos días, señor Ortiz, ¿qué tal ha descansado esta noche?, la idea hinchada en sus cuerdas vocales hasta casi dificultarle el habla. Bien, bien, Mariano, gracias. Que digo, señor Ortiz, que si podríamos charlar un momento, no le entretengo más que un minuto, que sé que le espera su chófer. Tengo mucha prisa, pero tú dirás. Pues verá, es que dispongo de un capitalito ahorrado en el banco que no me renta nada, los intereses andan por los suelos, ya sabe, así que estoy pensando en sacarle un poco más de provecho de otro modo, y quizá usted podría aconsejarme, aunque no quiero que se sienta obligado, que me consta que cobra precisamente por eso, por aconsejar... ¿De qué cifra estamos hablando? Se va a reír usted, de tres millones de pesetas solo, que en euros no me acuerdo a cuánto sube... Unos dieciocho mil. Sí, eso creo, don Germán, ya sé que no es mucho, pero es que los hijos se llevan siempre tanto gasto, y hace unos meses tuvimos el entierro de mi suegra y... Acerosa. ¿Cómo ha dicho, señor Ortiz? Acerosa, Aceros, S.A., un valor en alza que en los próximos días va a subir como la espuma, créeme, sé lo que digo. Muy bien, lo recordaré, Acerosa, Aceros, S.A., muchas gracias, ¿y para comprar qué hago? En tu banco, le dice mientras sale a la calle, vete a tu banco que allí te lo arreglan todo. Muchas gracias otra vez, señor Ortiz, Acerosa, no se me olvidará.

Acerosa, Aceros, S.A., no se le va de la cabeza ni un momento. No se le olvida cuando acude a su caja de ahorros para firmar la orden de compra, hagan juego, señores, dieciocho mil a Acerosa, impar y negro, no va más, señores, no va más. No se le olvida cuando empieza a leer también él los diarios de color salmón plagados de cifras, coeficientes y términos que a duras penas entiende. Sí se le olvida en compañía de Charo, a la que no menciona ni una palabra de lo que ha hecho, será una sorpresa que le dará cuando el dinero se haya multiplicado de la noche a la mañana, cuando vuelque ante sus asombrados ojos el cuerno de la abundancia y puedan realizar los sueños que comparten a diario, ese coche que tanta ilusión les hace, esa ropa que les sentaría tan bien a ambos y a los chicos y que nunca se compran, esos electrodomésticos nuevos que parecen futuristas al lado de los que ahora tienen, puede incluso que alcance para la entrada de un piso propio en el que refugiarse el día que se acabe lo de la portería. Aceros, Aceros, S.A., Acerosa...

Su cántaro de leche tarda una semana en empezar a tambalearse. Los diarios asalmonados, y los normales también, se llenan un mal día de palabras como recesión, guerra aquí y allá, reserva federal americana, crisis asiática, caídas generalizadas... El portero tiene el pulso acelerado y un indescriptible vacío en el estómago cuando aborda, casi asalta, a don Germán nada más aparecer en el portal. ¿Ha visto lo que traen los periódicos, señor Ortiz?, ¿qué cree usted que significa esto?, ¿qué va a pasar con mi dinero?, porque yo lo metí todo en acciones de Acerosa, como usted me dijo, y mire ahora qué panorama... Tranquilo, Mariano, tranquilo, que esto es un bache sin importancia, lo más inteligente es no perder la cabeza ni la paciencia, que ya pasará la mala racha, y los que tengan sangre fría y no vendan a lo loco se llevarán el gato al agua. ¿Usted cree, señor Ortiz?, mire que los tres millones que invertí es todo lo que tenemos, y si los perdemos ahora... El portero calla cuando se percata de que está hablando solo, don Germán ha salido del portal y parece esconderse tras la puerta de su Mercedes. Sangre fría ha dicho, pero a él ya no le queda sangre en las venas ni fría ni caliente, y su corazón parece a ratos como si no latiera, dejando a su dueño sumido en una especie de catalepsia, de muerte en vida con el cuerpo insensible y sin embargo dándose cuenta de todo. No perder la cabeza, no vender a lo loco, no cruzar su mirada con la de Charo para evitar que sospeche nada, que ella siempre ha sido muy intuitiva y podría leerle el pensamiento.

¿Qué te pasa, cariño? Estás muy callado.
Nada, nada... veo el telediario.
Hay que ver lo que ha pasado con la bolsa. Dicen unas cosas de millones y millones perdidos que da miedo solo de oírlas. Y tú que querías meter ahí nuestros ahorros... Menos mal que te quité esa idea de la cabeza.

Mariano calla, la sangre fría, congelada, y el corazón en constante arritmia, imposible digerir la poca cena que ha podido tragar, las horas petrificadas más tarde en los dígitos luminosos del despertador, la cama convertida en la balsa de un náufrago, hasta que una idea, más bien una corazonada, inunda su conciencia insomne. Claro está, ¿cómo no lo he pensado antes?, el señor Ortiz se hará cargo de mis pérdidas, él fue quien me aconsejó Acerosa, que iba a subir como la espuma, y ahora que todo está saliendo mal no me va a dejar en la estacada, es un hombre importante, el único vecino al que yo respeto de verdad, no para cubrir el expediente, sino con el corazón, que crecimos juntos en el mismo barrio y sé que es gente de ley y que me va a echar una mano, mañana en cuanto le vea se lo digo, mire usted, señor Ortiz, que mis tres millones de los de antes se han quedado en nada y eran todos nuestros ahorros, y la cosa ha sido por invertir en Acerosa, Aceros, S.A., que me lo dijo usted, ¿se acuerda?, y él me responderá claro que sí, me acuerdo perfectamente, y lo siento mucho y aquí tienes un cheque por los dieciocho mil euros, ha sido culpa mía y no se hable más. Así será, no le cabe la menor duda a Mariano cuando al fin consigue un suspiro de sueño.

Con los ojos enrojecidos y sin afeitar, el portero friega el suelo de madrugada, una baldosa mojada y dos secas, como si estuviera limpiando en medio de un terremoto. Los periódicos del día, los que él ha leído de prestado antes de entregárselos a los vecinos suscritos, no hablan de otra cosa: las bolsas están en coma en este país y en los otros, desplome colectivo, especial incidencia en los valores industriales, Acerosa a la cabeza de las pérdidas y a un paso de la suspensión de pagos. Una baldosa mojada y tres secas, cuatro baldosas sucias y ninguna limpia, el portero vigilando de reojo la puerta del ascensor con la ansiedad de un novillero ante la salida de los toriles. No hace más que presentarse don Germán cuando ya le está poniendo el periódico frente a la cara. Que mire, señor Ortiz, vea qué desgracia me ha pasado con mis acciones... Quita, déjame de tus desgracias, que bastante tengo ya con las mías. Pero, señor Ortiz, es que he perdido mis tres millones... De pesetas, tú los habrás perdido de pesetas, pero yo los he perdido de euros, que no veas la papeleta que me ha caído encima. Es que eran todos nuestros ahorros, señor Ortiz, usted ya lo sabe. Sí, sí, tus ahorros, pero todavía te queda tu sueldo fijo, ¿no?, ¿o es que acaso no te pagamos religiosamente todos los meses?, afortunado tú que te llevas tu cheque vaya como vaya el rumbo de la economía, pero yo no cobro ningún sueldo fijo, al revés, si no van bien las cosas en la bolsa, en vez de cobrar pierdo. Pero, señor Ortiz... Mira, Mariano, ¿ves al chófer que me espera en la puerta?, pues en cuanto me lleve a la oficina le voy a entregar una carta de despido que ya he preparado, aquí en la cartera la tengo, y a partir del mes que viene tendré que conducir yo mismo el Mercedes, ¿qué te parece? No sé, yo nunca he tenido coche... Y la cosa no acaba ahí, ojalá, que a la noche tendré que pasar el trago de decirle a mi hija que este verano no podrá irse a estudiar inglés a Estados Unidos, como todos los años desde hace cinco, con la ilusión que tenía. Pues... mis mellizos nunca han pisado el extranjero... Pero eso no es todo, Mariano, mi señora aún no sabe que no va a poder comprarse el anillo de diamantes que ella quiere, y que tendrá que seguir luciendo las mismas joyas de la temporada anterior, no quiero ni pensar en el disgusto que se va a llevar la pobre. Mi Charo no tiene ningún anillo de diamantes, ni siquiera de imitación... Así están las cosas, que me das envidia, Mariano, aquí a salvo de todo con tu sueldo mes a mes, más tus dos paguitas extras y tus buenas propinas, en vez de estar jugándote el tipo en ese mundo de lobos en el que me muevo yo, y encima vas y te quejas. Sí, señor Ortiz, me hago cargo de sus pérdidas y de todo lo demás, pero es que mis tres millones, usted me dijo, me aseguró que Acerosa, Aceros, S.A...

Sus últimas palabras chocan contra la espalda de don Germán, que camina hacia la salida mientras sacude una mano como si se apartara una mosca de la oreja. Y en ese instante, el portero reconoce el objeto que sujeta entre las manos, la barra metálica de la fregona, y sus dedos se crispan en ella hasta casi hacer audible el crujido de huesos, o quizá sea su alma la que cruje y la que le obliga a levantar los brazos sobre la cabeza, la fregona convertida en maza, en espada justiciera, y don Germán dejando su nuca indefensa, confiado, desdeñando a Mariano por considerarlo inofensivo, el vecino abriendo la puerta acristalada para reunirse con el conductor que aún no se sabe despedido, y el portero que avanza un paso hacia su antes admirado señor Ortiz, una idea fija en la cabeza, una obsesión negra y ciega en sus manos y su mirada.
Pero, caprichos de la conciencia, el vengador piensa en Charo y en los mellizos y se da de bruces con la certeza de que, aunque todavía no saben nada, de una forma u otra van a enterarse. Y de repente el piso del portal parece convertirse en arenas movedizas, y Mariano tiene que usar el palo de la fregona a modo de bastón para no caerse, para no humillar aún más las rodillas en el suelo.

Este relato fue publicado por primera vez en el libro Relatos, editado por la Asocación Colegial de Escritores.

Manifiesto de CEDRO

Manifiesto de CEDRO

Desde este modesto blog he animado varias veces a los autores a asociarse. Y entre las opciones que he recomendado está el Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO). Así que me complace reproducir aquí íntegramente el manifiesto que esta institución ha difundido con motivo de su vigésimo aniversario.


 El valor de los derechos de autor

Manifiesto de CEDRO en su vigésimo aniversario

En el vigésimo aniversario de la creación de CEDRO, manifestamos que:

1. El trabajo de escritores, traductores y editores es una de las bases de la riqueza intelectual de la sociedad.

2. La dignidad profesional de autores y editores tiene su fundamento en el Derecho de Autor. Es legítima su aspiración a obtener una remuneración por el uso de sus obras, y a que su trabajo creativo se respete y se proteja.

3. El acceso a la información y a la cultura no puede ni debe realizarse sacrificando los derechos de autor.

4. Las obras de autores y editores constituyen un valor insustituible para la educación, la formación permanente y la innovación en empresas, organismos públicos y centros educativos.

5. El sector del libro y de las publicaciones periódicas tiene en España una relevancia estratégica: contribuye de forma significativa al producto interior bruto, a la creación de puestos de trabajo, a la mejora de la balanza comercial y a la generación en el extranjero de una imagen positiva de nuestro país.

Por todo ello:

1. Reclamamos a los poderes públicos un decidido apoyo a los creadores de la cultura escrita y una defensa enérgica y activa de sus derechos de autor, para alcanzar los mismos niveles de respeto que existen en otros países europeos.

2. Demandamos el mantenimiento de la compensación para los autores y editores por la copia privada de sus obras, que se lleva a cabo masiva e indiscriminadamente en una gran variedad de aparatos y soportes.

3. Instamos a todos los centros de trabajo y de formación en los que se utilizan reproducciones de libros y publicaciones periódicas mediante fotocopia o digitalización, a obtener la autorización previa de los titulares de derechos, tal y como exige la ley, mediante una licencia de reproducción de CEDRO.

4. Expresamos nuestro compromiso con el desarrollo educativo, científico y cultural español, así como con el necesario progreso de las bibliotecas en nuestro país y con las políticas de fomento de la lectura.

5. Manifestamos nuestra voluntad de continuar trabajando para consolidar e incrementar los importantes logros obtenidos en los últimos veinte años en materia de reconocimiento de los derechos de autor, de remuneración a autores y editores por la reproducción de sus obras, y de educación a los jóvenes acerca del valor de la creación original, objetivos para los que pedimos la comprensión y la colaboración de la sociedad.

Madrid, 1 de julio del 2008

Problema climático

Problema climático

Quiero recomendaros una entrevista que publica hoy la edición digital del diario "El País" con Sir Nicholas Stern. Lo que me ha llamado la atención de este artículo es descubrir, con agrado, que el problema del cambio climático ya no es solo un asunto que preocupe a los ecologistas, sino que ahora también inquieta a los economistas. Y si los economistas se preocupan seriamente por algo, quizá aún tengamos esperanza. Podéis leer el artículo pinchando aquí.

Por otro lado, y siguiendo con el mismo tema, os recomiendo el siguiente mapa interactivo, en el que podéis comprobar qué ocurrirá con las costas de España y del resto del mundo si el nivel del mar asciendo. En la parte superior de dicho mapa hay una casilla titulada Sea level rise en la que podéis elegir el número de metros de crecida de las aguas. También dispone de una escala (a la izquierda) que os permitirá aumentar o disminuir el nivel de detalle geográfico. Espero que ninguno de vosotros tenga una casita en primera línea de playa... El mapa se puede ver pinchando aquí. 

Cumpleaños de don Miguel

Cumpleaños de don Miguel

Vivo en un país que conmemora anualmente el fallecimiento de Miguel de Cervantes con el Día del Libro, pero que ignora el emplazamiento de la tumba de su mejor escritor.

Quizá por ello me ha parecido especialmente simpática la iniciativa de Google, que en su cabecera de hoy conmemora no la muerte, sino el nacimiento de Cervantes (también se desconoce la fecha exacta, pero los historiadores convienen en que el 29 de septiembre es la más probable).

Pues eso: feliz cumpleaños, don Miguel.

Todas las palabras necesarias están en «La torre de la algarabía»

Todas las palabras necesarias están en «La torre de la algarabía»

Presentación de "La torre de la algarabía" en el Ateneo de Madrid. En el centro, la autora.

Al hilo del artículo inmediatamente anterior —Agradecimiento—, no quiero dejar de comentar la última de mis lecturas: La torre de la algarabía, de Pilar Zapata Bosch. El protagonista de esta novela —que mereció el primer premio del II Certamen Literario de Narración Corta Villa de Oria 2007— es un periodista principiante que sufre un terrible proceso mental: la pérdida de la capacidad de manejar el lenguaje. Al principio se manifiesta solo con unas pequeñas incorrecciones aisladas; después son palabras completas perdidas para siempre: adverbios, adjetivos, formas verbales. Por último, el idioma en sus manos se convierte en un completo galimatías. Esta historia, en manos de otro escritor, correría el riesgo de naufragar en lugares comunes y tópicos sobre las enfermedades mentales. Pero Pilar Zapata la convierte, con ese humor que derrocha en todas sus obras, en una pequeña delicia. A lo largo de sus pocas páginas —es una novela breve, ese género tan encantador como despreciado por las editoriales españolas, al igual que el cuento—, acompañamos tan horrorizados como enternecidos a ese pobre desgraciado que, como el increíble hombre menguante del Hollywood de los cincuenta, está avocado a alejarse para siempre del resto de la humanidad.

En resumen, una excelente novela, lo cual no representa sorpresa alguna tratándose de Zapata Bosch: baste recordar, entre otras, sus obras anteriores La querencia, Mea culpa o La lujuria de las horas.

Muy recomendable.

Para más información: http://www.villadeoria.com/Prensa/ateneomadrid.htm

Agradecimiento

Agradecimiento

Hoy he recibido un correo electrónico, contestación a uno mío anterior, en el que un amigo se despedía de mí con la expresión "gracias por tus palabras". No me ha agradecido que le escribiera, ni que me acordara de él: me ha agradecido mis palabras, como si fueran objetos valiosos que yo le hubiera regalado.

Creo que es una de las cosas más encantadoras que me han escrito nunca por correo electrónico.

Acróstico

Acróstico

Todos los que, por estas fechas, preparamos una oposición a los cuerpos de administrativos de la función pública tenemos que enfrentarnos con una hidra de siete cabezas llamada Ley de Contratos del Sector Público español, la famosa Ley 30/2007. Creedme: intentar introducirse en las meninges semejante mamotreto resulta una tortura horrorosa.

Sin embargo, esta ley guarda un secretillo curioso. Si tomas el texto de su exposición de motivos —comentarios del legislador previos al articulado y entresacas la primera letra de cada párrafo, ¡encuentras un acróstico! Vedlo vosotros mismos:

Desde la adhesión a las Comunidades Europeas...

Esta Ley de Contratos del Sector Público...  

Sin embargo, aun siendo la necesidad de incorporar a...

Hasta el momento, las reformas de la legislación de...

Inseparablemente unido a lo anterior, la opción de regular...

Desde la consideración metodológica de que resulta...

Ratificando este cambio de enfoque, la presente Ley...

Así, el articulado de la Ley se ha estructurado en un...

Tomando como referencia los principios que han...

A fin de ajustar el ámbito de aplicación de la Ley...

Como medio para identificar el ámbito normativo...

Incorporando en sus propios términos y sin reservas...

Obligadamente, la nueva Ley viene también a...

Nominados únicamente en la práctica de la contratación...

Sí, en efecto: el acróstico oculto en la exposición de motivos de la Ley de Contratos es: D-E-S-H-I-D-R-A-T-A-C-I-Ó-N, con hache intercalada incluida.

¿Casualidad? ¿Afición poética de nuestros Diputados y Senadores? ¿Humor negro del legislador? ¿Advertencia para los incautos que osen enfrentarse al monstruo en pleno verano? Quién sabe...