Obsesión
Hace unos días instalé un contador de visitas en esta página. ¿Qué por qué lo he hecho? En teoría, para estimar el seguimiento de este blog (si no lo leyera nadie, ¿merecería la pena mantenerlo?: confieso que no sabría responder a esta pregunta; seguramente seguiría escribiendo en él aunque no recibiera ninguna visita).
Pero al ver esos dígitos puestos a cero, esperando alcanzar la cifra de 999.999, he reflexionado un momento sobre nuestra manía (seguramente muy occidental) de contarlo todo desde que somos unos niños: los cromos de la colección conseguidos, los que nos faltan, los repes, los goles que hemos marcado en los partidos del recreo, las pantallas superadas en los videojuegos… hasta que crecemos: los kilómetros de nuestro coche, los días que hemos trabajado, los que nos faltan por trabajar hasta el fin de semana o hasta la jubilación, el dinero que tenemos, el que debemos, los amigos buenos (esa cuenta suele ser muy rápida), los enemigos (esta tampoco me lleva mucho tiempo, por fortuna), los cónyuges, los amantes (conozco quien contabiliza las mujeres con las que se acuesta, como el Pedro de Valdivia de ¿Pero hubo alguna vez 11.000 vírgenes?, de Jardiel Poncela)…
Sin embargo, hay una cosa cuya cantidad no nos exige contador alguno: la vida. La cuenta resulta bien sencilla: solo tenemos una.
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Juanillo -