«Demasiado tarde»
Se levantó con el pie izquierdo, pero no le dio ninguna importancia.
En el cuarto de baño, rompió sin querer el espejo, pero solo se disgustó por el dinero que le costaría reponerlo.
Cuando salió de casa, se le cruzó un gato negro y ni siquiera se fijó en él porque en su barrio abundaban los felinos sin dueño. Simplemente, abrió el paraguas para protegerse de la llovizna fina que caía y se dirigió al coche.
Nada más aparcar cerca de su oficina, pasó por debajo de la escalera de un técnico que revisaba el cable telefónico: no le prestó más atención que la necesaria para evitar algún tropiezo.
En su despacho, abrió el paraguas y lo dejó en el suelo, en un rincón discreto, para que se secara.
Al mediodía, mientras comía en el bar de siempre, volcó el salero y su contenido se derramó sobre el mantel. Se limitó a recogerlo y usarlo para aderezar la sopa.
Y fue esa tarde, mientras se precipitaba al vacío desde un puente camino de casa por culpa de un derrape de su coche, cuando cayó en la cuenta. Sí, mientras caía cayó en la cuenta de que ese día era martes y 13.
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