«En casa»
El ciudadano deambula entre los escombros. Es posible que esta sea su calle, la misma en que nació y donde después compró su primera vivienda junto a su novia —su esposa… esta mañana se despidió de ella como cada día, qué tengas un buen día, cariño, pero desde la gran explosión no ha sabido de ella, ¿dónde estará?, ¿vivirá aún? —, aunque le resulta imposible asegurarlo porque ahora la calle es un reguero de escombros y sus ojos apenas ven, quemados por el calor que lo inflamó todo en un instante.
Buscando quizá un refugio, el ciudadano se encarama a un montón de piedras que se encuentra más o menos en el lugar donde estaba su casa. Allí se sienta, buscando un acomodo mínimamente confortable sobre los cascotes. Sin embargo, algo bajo su cuerpo ofrece un tacto distinto, más blando. A tientas encuentra el objeto. Es rectangular y flexible, y al palparlo parece abrirse… ¡Es un libro! Sí, tiene que serlo, ¡un libro…! El ciudadano recta por los escombros hacia un lugar más apartado aún, alejado de cualquier posible encuentro con otros supervivientes. Allí abre el libro por una página al azar y se lo acerca a los ojos como si quisiera tocarlo con ellos. Las hojas están quemadas por los bordes, pero las líneas parecen legibles. Al principio apenas distingue las letras. Después de un rato, con mucho esfuerzo, su vista se aclara un poco y puede comenzar a silabear: «L-a li.. li-ber-tad, San-cho, es u-no de los m-más pre-ci-o-sos do-nes…»
No necesita leer más. No sabe si vivirá siquiera hasta la noche, ni qué ha sido de sus seres queridos, ni si la raza a la que pertenece conserva algún atisbo de esperanza. Pero, al menos, siente que ha regresado a casa.
3 comentarios
M. -
Darklantern -
Un abrazo.
La Ínsula -
Un fuerte abrazo, gracias por tu visita a las tierras inhóspitas del vacío literario.