«Expolio»
El fusilamiento de Maximiliano I, por Edouard Manet.
Sangre. El abrigo que lleva puesto el soldado se ha empapado de sangre, justo cuando sonaba la descarga del pelotón de fusilamiento del que él mismo forma parte. No entiende por qué. Las balas no han podido alcanzarlo, ni siquiera de rebote, y él no ha sentido impacto alguno, pero lo cierto es que el maldito abrigo chorrea sangre por todas las costuras. Confuso, el soldado echa pestes de su suerte, que minutos antes parecía sonreírle cuando ganó a sus compañeros de cuartel, gracias a una inmejorable mano de cartas, el derecho a quedarse con la ropa del prisionero condenado a muerte; ahora no sirve más que para tirarla. Y mientras se quita con aprensión la prenda enrojecida, advierte que de las heridas del fusilado, amarrado aún al poste, no brota siquiera un hilo de sangre.
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